Los estereotipos de género siguen marcando la cobertura mediática hacia las mujeres en política. Desde cuestionar su apariencia física hasta dudar de su capacidad por ser madres, los medios refuerzan prejuicios que limitan su reconocimiento como líderes. Romper este ciclo exige un periodismo libre de sesgos y una ciudadanía dispuesta a evaluar propuestas, no estereotipos.
Las mujeres nos enfrentamos a una serie de obstáculos cuando incursionamos en ámbitos más allá del espacio del hogar: el laboral, el académico, el social y, por supuesto, el político. Las mujeres líderes o que deciden dar el paso hacia la política no solo deben sortear todas las barreras que la sociedad impone al salir del ámbito privado, sino que también atraviesan el laberinto de cristal —esa estructura invisible que complica el ascenso— y se enfrentan a la violencia política en razón de género. Entre sus múltiples manifestaciones, hay una especialmente persistente: el dedo juzgador de los medios de comunicación.
Los estereotipos de género son creencias socialmente aprendidas que definen lo que se considera “natural” o “propio” de mujeres y hombres. En el caso de las mujeres, suelen ser rígidos y generalizadores, describiendo no solo cómo “son”, sino también cómo “deben ser” y actuar.
Algunos de los más comunes para las mujeres incluyen:
Ser, ante todo, madres y anteponer el cuidado de otros sobre sus aspiraciones.
Ser modestas, no autopromocionarse ni hablar de sus logros (porque “cae mal”).
Evitar la asertividad, ya que lo que en un hombre se considera liderazgo, en una mujer se etiqueta como “mandona”.
No tener interés en el poder o el dinero, ya que la ambición es vista como “masculina”.
Priorizar el mundo privado y, si trabajan, “equilibrar” para no descuidar a la familia.
Estos estereotipos no solo condicionan la forma en que la sociedad ve a las mujeres políticas, sino que marcan las reglas no escritas que ellas deben cumplir para no ser cuestionadas.
Los medios de comunicación tienen un papel clave en la construcción y el mantenimiento de estos estereotipos. La forma en que enmarcan una noticia, el énfasis que ponen en ciertos aspectos y lo que deciden mostrar o silenciar tiene consecuencias reales en la percepción pública.
Cuando los medios se centran en la apariencia física o usan una retórica sexista, las mujeres candidatas pueden ser percibidas como menos competentes, menos confiables o menos efectivas. Investigaciones han demostrado que incluso las coberturas “positivas” que mencionan su aspecto pueden tener un impacto negativo.
El problema es que, mientras que los perfiles de los hombres políticos destacan su trayectoria y experiencia, los de las mujeres con frecuencia incluyen descripciones sobre su peinado, vestimenta o vida personal. Esto no es un detalle menor: moldea la forma en que la ciudadanía interpreta su capacidad de liderazgo.
En México, estos sesgos mediáticos tienen ejemplos recientes y evidentes:
Durante la campaña presidencial salieron numerosas notas que hablaban sobre el peinado de la entonces candidata Claudia Sheinbaum. Se hacía énfasis en el tipo de peinado, el tipo de cabello e incluso se publicaron análisis sobre un “supuesto cambio de look”. En contraste, en el caso del candidato hombre, jamás se mencionó su corte de cabello o apariencia física como parte de la cobertura política.
A principios de 2025, salieron una serie de noticias sobre el embarazo de una líder de un partido político, en las cuales se hicieron diversas especulaciones relacionadas con el tema. Este tipo de cuestionamientos no se hace con los cientos de políticos hombres que se convierten en padres mientras ejercen cargos políticos.
Estos casos reflejan que, aunque se ha avanzado hacia una mayor participación política de las mujeres, al grado que en México tenemos a una mujer presidenta, el enfoque mediático sigue anclado en prejuicios que limitan su reconocimiento como líderes.
Romper estos patrones no es solo tarea de las mujeres en política; es responsabilidad de medios, ciudadanía y partidos. Un periodismo libre de estereotipos y sesgos de género no solo es más justo, sino que enriquece el debate democrático, permitiendo que las mujeres sean evaluadas por su capacidad, propuestas y resultados, y no por cumplir —o no— con un molde que nunca debió existir.
García Beaudoux, Virginia (2018). De techos, suelos, laberintos y precipicios. Estereotipos de género, barreras y desafíos de las mujeres políticas. Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM. Recuperado de https://repositorio.unam.mx/contenidos/5033517